Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

martes, 22 de marzo de 2016

Sorry for Brussels

Han llegado hasta Idomeni las noticias de los terribles atentados de Bruselas. El improvisado campo de refugiados montado justo en el terreno fronterizo que separa Grecia de Macedonia, a los pies de los Balcanes, carece de lujos, así que veo difícil que se hayan enterado por alguna televisión. Allí lo que abunda es el barro que rodea las tiendas de campaña y los piojos que tratan de buscar una nueva cabeza donde aún no haya llegado la operación rapado. Probablemente haya corrido la voz gracias a algunos de los jóvenes que en medio de semejante caos protegen sus móviles como un tesoro e intentan estar al tanto de las últimas noticias conectándose a la wifi de las casetas de las ONG que prestan colaboración sobre el terreno.

Sea como sea todos han podido enterarse del horror, un horror que les resulta familiar, que ya han vivido y que es el principal causante de su éxodo. Hemos podido ver imágenes de niños con letreros que transmiten su pesar. No me gusta que utilicemos constantemente a los niños para conmover. Deberíamos ser capaces de poner a sentir el corazón, aunque fuera un adulto al que vemos pasarlo mal. Pero es cierto que, en su corta vida, algunos de esos pequeños que corretean entre el barro esperando a ver si por fin Europa les abre las puertas, han sido testigos privilegiados de más de un episodio tan sangriento como el que hoy ha sacudido una capital de Occidente. Porque estos chavales que levantan pancartas donde pone “Sorry for Brussels” huyen con sus familias -los menos afortunados viven solos la aventura- de un país donde la guerra, el horror, los atentados, la muerte eran el pan nuestro de cada día. 

Y ahora, después de saber el infierno en que se transformó esta mañana el aeropuerto Zaventem y la estación de metro de Maelbeek, cerca de la Comisión Europea en Bruselas, donde hace cuatro días una cumbre no solucionó su situación, estos migrantes procedentes de Siria, Afganistan e Irak siguen queriendo cruzar a Europa, aunque ya no sea el paraíso seguro que fue un día y se haya convertido ahora también en objetivo terrorista. Lo de huir de Málaga y meterse en Malagón no lo contemplan. En sus países la vida es inviable. Aquí después de una salvajada como la de hoy, las líneas aéreas y el sector turístico se desploman en la Bolsa y los ciudadanos que nos hemos salvado de la ira del estado islámico respiramos, guardamos minutos de silencio, colocamos la bandera de Bélgica en un tweet y seguimos adelante confiando en que los que mandan sean capaces de proporcionarnos mayor seguridad. 

A los refugiados de Idomeni ya no les queda nada en el lugar de donde vienen. Aquí les espera un futuro, aunque sea con algún que otro sobresalto de vez en cuando.


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