Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 29 de abril de 2016

Rosendo y su sentido común carabanchelero

Nunca he sido lo que se entiende por fan de Rosendo Mercado. Sí es cierto que he tenido épocas en mi vida de corear ‘Maneras de vivir’, ‘Corre, corre, corre, que te van a echar el guante...’ o ‘Loco por incordiar', sobre todo en mi tierna juventud, cuando me movía por el Abastos, la Cantina, el Taurino… antros de mi pueblo donde desperté a la vida, los vicios, el amor…


Su música no es de mi estilo, pero en las noches de jarana, cuando sonaban sus canciones allá por mediados de los 80, toda la pandilla de amigas nos poníamos a dar botes y a gritar los estribillos, hacíamos como que tocábamos guitarras imaginarias y movíamos la cabeza delante y atrás hasta desmelenarnos. Rosendo era el macarra que nos hacía saltar y ponernos chulas. Así que siempre lo he considerado como uno más de los elementos que forman parte de mi historia y contribuyeron a marcar mi carácter. 

Ahora, además, se ha ganado todo mi respeto por lo cabal y coherente de sus planteamientos y su reacción al saber que Somos Madrid, a través de la Junta municipal de Carabanchel, pretende llevar al pleno del próximo 5 de mayo la propuesta para erigir una estatua en su honor. Lo que ha dicho Rosendo es de puro sentido común.


Luego ha tenido que matizar al ver que algunos se escocían con el rechazo. Qué tiempo este en el que hay que matizar y dar explicaciones de todo lo que se dice.

Vivimos en un país con una tasa de paro en torno al 20%. Desde el inicio de la crisis las familias han visto cómo bajaba su renta y aumentaba su deuda. Con más de 250.000 habitantes, Carabanchel ha pasado de ser un barrio obrero humilde a un barrio ocupado y en paro. Es de las zonas de la capital donde se registra un mayor desempleo y, cuando sale en las noticias, casi siempre va en la sección de sucesos con reyertas de bandas latinas o tensión vecinal por la presencia de okupas. De modo que es bastante probable que haya otras necesidades prioritarias en el barrio antes que colocar una estatua para que la caguen los pájaros y la pintarrajeen los gamberros.

Cuando el Imperio Romano extendía su poder por el mundo a base de conquistar nuevos territorios, tenía por costumbre levantar imponentes estatuas de los emperadores y monumentos conmemorativos de gestas bélicas, para recordarles a los habitantes a quiénes debían rendir pleitesía como súbditos. Siglos después, no dudo que los seguidores de Rosendo que viven en Carabanchel sientan la necesidad de adorar en su barrio una estatua de su ídolo, aunque quizá la mejor manera de honrarle sea ir a sus conciertos, comprar sus discos y seguir coreando eso de ‘…prometo estarte agradecido…’.


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