Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 2 de diciembre de 2016

'Inspiring girls'. Porque las niñas pueden y deben aspirar a llegar bien alto.

Miriam González, la abogada española casada con el político británico, Nick Clegg, ha presentado esta semana en nuestro país el movimiento internacional ‘Inspiring girls’. Se trata de un proyecto impulsado por esta mujer con el objetivo de mostrarles a las niñas que, con esfuerzo, pueden aspirar a ser cualquier cosa que se propongan. Así, ha estado reclutando a mujeres profesionales que trabajan con éxito en distintos ámbitos y las cone en contacto con centros educativos para que cuenten a las niñas en qué consiste su trabajo y lo que han hecho para llegar hasta allí. Me parece una valiosa iniciativa para contribuir a borrar los roles tradicionales, las desigualdades y la discriminación que aún se mantienen en el ámbito laboral. 

Hace algunos días conocíamos la noticia de que España es el tercer país de la OCDE con más diferencia de rendimiento en Matemáticas entre chicos y chicas. Lo dice el Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias publicado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA). El conocido como informe TIMSS mide cada cuatro años el rendimiento en Matemáticas y Ciencias de los alumnos de 4º de Primaria de unos cincuenta países.

Al tratar de encontrarle un motivo a esa brecha de género una de las causas que se manejan es el propio prejuicio social, dentro y fuera de la escuela. Ese prejuicio que nos lleva, sin apenas meditarlo, a asociar a los niños con los números y a las niñas con las humanidades. Al final todo se reduce a eso, a lo que esperas de ese otro pequeño ser humano y cómo se lo transmites. Si te sale por defecto hablar de carreras marcando siempre el mismo género, es decir, si te sale decir ingeniero y maestra, ya inconscientemente estás transmitiendo un modo de construir la vida. En la Universidad son mayoría las chicas, pero las carreras de ciencias, las ingenierías en particular, son coto mayoritario de los chicos. Algo de culpa debemos tener todos cuando vemos lógico que el niño sea un trasto, experimente y se arriesgue, y no nos sorprende que la niña sea más miedosa, tranquila y poco aventurera. Cuando se invierten esos perfiles los padres se suelen descolocar.

Yo no he hecho distingos, al menos conscientemente, a la hora de educar a mis hijos. Reclamo que ambos realicen las mismas tareas y les animo a explorar, aprender y descubrir en todos los campos. He de confesar que las Matemáticas y yo siempre hemos tenido una difícil relación, pero he tratado de no transmitirles mi poca empatía con los números. Es más, me ven en casa haciendo las cuentas de gastos y reclaman que les eche una mano -con la inestimable ayuda de Google- cuando se les atasca algún problema. En cambio sí hago abiertamente apología de las letras y trato de estimularles para que disfruten del placer de leer y de escribir, por supuesto, sin faltas de ortografía.

A pesar de ello, observando a mis hijos y sus amigos encuentro datos muy reveladores. Mientras los chicos quedan y se reúnen con sus ordenadores para jugar partidas de vídeojuegos en línea, las chicas en sus encuentros se dedican a hacer vídeos musicales con sus móviles o a curiosear en las redes sociales qué es lo que hacen otras chicas.

¿Qué les hace diferentes? ¿Por qué evolucionan distinto? Algo tan sencillo como el entorno, los propios modelos que nos vende la publicidad, un simple catálogo donde se perpetúan esos modelos, van conduciendo a los menores en una u otra dirección, siguiendo algo muy parecido a la teoría del reflejo condicional del perro de Paulov. Las niñas siguen queriendo ser maestras, quizá porque en las aulas sigue habiendo mayoría de mujeres docentes, así que los pequeños relacionan esa carrera con el género femenino. Y los niños aspiran a ser futbolistas, astronautas, bomberos o youtubers… campos donde los más sobresalientes o expuestos suelen ser hombres.

Lo cierto es que en esos campos también hay mujeres, menos, pero las hay, y es fundamental que las niñas lo sepan, que tengan espejos en los que mirarse y que deseen dedicarse a cualquier oficio sin tener que ceñirse a lo que tradicionamente se espera de ellas. Por eso ‘Inspiring girls’ es un acierto y por eso cada padre y madre deberíamos comenzar por enseñar a volar a nuestras hijas, animarlas a ser ambiciosas a la hora de elegir su camino y demostrarles que, con esfuerzo, no hay brecha de género que valga.



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