Blog personal de Ángela Beato. Escribo lo que siento. Digo lo que pienso. Procura no tomarme demasiado en serio.

viernes, 12 de enero de 2018

Catherine Deneuve me ha recordado al 'tocón de las verbenas'

Hay un tipo baboso en mi pueblo al que apodamos ‘el tocón de las verbenas’. Se especializó en aprovechar las fiestas populares para arrimarse a las jovencitas con la excusa de bailar. En el fondo lo que pretendía era sobarlas. El hombre debe andar ahora por los ochenta y ha perdido facultades, pero hará más de tres décadas se presentaba en los bailes con aire de donjuán de medio pelo, echaba un vistazo a la plaza, seleccionaba a sus presas, se aproximaba sigiloso y las asaltaba súbitamente. Igualito que un depredador en cualquiera de las entregas de ‘El hombre y la tierra’. Mientras se amarraba a las caderas de sus víctimas en aquella vomitiva ceremonia del cortejo, escupía piropos casposos pensando que así las féminas no le rechazarían, pero podían contarse con los dedos de las manos las veces que consiguió llegar más allá del primer par de compases de un pasodoble.

Todo el mundo en el pueblo conocía a este tipejo. Todos y todas sabíamos a lo que iba. Así que las chicas intentábamos evitarle, incluso le hacíamos frente llegado el caso, mientras que los chicos se reían de las situaciones disparatadas que desencadenaba. Es cierto que alguno debía verse en la obligación de defender nuestro honor y frenaba con amenazas las aspiraciones de aquel cerdo, pero era más numeroso el grupo de aquellos que quitaban hierro al asunto. Decían que era inofensivo y que teníamos que considerarlo un cumplido, que era síntoma de que ‘estábamos buenas’.

No era un hombre atractivo, más bien todo lo contrario; era bajo y rechoncho, rústico a más no poder, un tipo soez, un patán maleducado y básico que desconocía las mínimas normas de urbanidad y tampoco sabía cómo relacionarse de manera correcta con las mujeres. Ninguna chica estaba interesada en seguirle la corriente, de modo que forzaba unos trances incómodos y humillantes para sus víctimas. La cosa nunca pasó a mayores, que yo sepa, y él no dejó de intentarlo en cada verbena.

Ya sé que ese mierda no era un violador, pero que alguien me explique por qué hemos de soportar nosotras a tipos así en nuestra vida. No es justo que, por el simple hecho de ser mujer, tengas que estar expuesta a que invadan tu espacio íntimo y personal para magrearte el culo o rozarte el pecho. Lo de aquel desgraciado no era flirteo. No había juego de seducción, ni galantería torpe que valga. Los términos seducción, flirteo y galantería nada tenían que ver con lo que hacía 'el tocón de las verbenas' de mi pueblo.

Que conste que no estoy traumatizada por este pájaro, pero una noticia me ha hecho recordarle. Me refiero al manifiesto firmado por artistas e intelectuales francesas cuestionando los movimientos Me tooTime’s up surgidos en Hollywood a raíz el escándalo Weinstein. Se quejan de que lo que empezó como una denuncia contra la violencia sexual que sufren las mujeres en la industria del cine y otros ámbitos profesionales está derivando en un ‘puritanismo sexual’. Defienden que “la seducción insistente y torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista” y que el feminismo exacerbado está condenando prácticas masculinas inocentes propias del juego romántico. Es una pena que la mezcla de conceptos nos haga perder el foco de lo realmente importante y una triste gracia que las mujeres terminemos peleando entre nosotras. Lo peor es que este ruido no hace más que perjudicarnos a nosotras mismas y ralentizar el avance femenino que, mal que les pese a algunos, es ya imparable.

Ni todos los hombres son abusadores en potencia ni hay que banalizar los comportamientos y actitudes machistas, por mucho que obedezcan a la torpeza de un pobre diablo. No se si Catherine Deneuve habría firmado el manifiesto de haber conocido al 'tocón de las verbenas'. Considerar intolerable que un hombre te sobe sin tu consentimiento y denunciarlo no es ser una puritana sexual. Y claro que puede resultar excesivo llamar acosador a alguien que elogia reiteradamente tu aspecto o insiste en invitarte a salir pese a recibir constantes negativas. Ahora que está tan mal vista la equidistancia, me temo que es el único punto en el que deberíamos situarnos todas para entender, hacerles entender y entre todos cambiar las cosas de una vez.

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